Para quienes concebimos que hacer Politica es generar oportunidades a quienes nunca se mira a quienes en ultimas se explota
Via : Las2 orillas
Gustavo Petro, un alcalde ideal
Por: Iván Gallo | abril 23, 2015
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2Orillas.
Mamá me llama cada noche a preguntar cómo estoy. Le preocupa que esté tan lejos de ella. Tiene miedo de que esté en Bogotá. Mamá ve el noticiero y cree que esto es el paraíso chavista, que, visto desde su universo católico, no es más que el infierno petrista. Carteristas y taxistas acechando a campeches como yo, desnudándolos, violándolos, haciéndolos suyos.
Mamá lee el periódico y ve la basura en las calles, las ratas disputando un pedazo de carne engusanada, los mendigos llenando sus agujas hipodérmicas. Mamá no sabe que en 1992 morían 85 por cada 100 000 bogotanos y que ahora la cifra se ha enflaquecido a 16. Si supiera las estadísticas que tiene Miami no iría tan fresca a visitar a la tía Marta.
De Bogotá pocos saben que uno puede estar hasta la madrugada rumbeando en el centro y apenas se ven indigentes. Mamá no sabe que su sueño se ha hecho realidad acá: los indigentes se han ido, no de la forma que ella lo hubiera deseado, pero al menos ya no están. Hace pocas semanas la alcaldía graduó a 180 habitantes de la calle como panaderos, carpinteros y obreros. A mamá le importa poco que en Bogotá ya no se mueran los niños de hambre y que localidades como Suba o Tunjuelito, ya cuente con su propia orquesta de música clásica.
A mamá lo que le preocupa es que esté en el Palacio de Liévano un ex guerrillero. La prensa dice que la capital ya no es un lugar confiable para invertir. Los empresarios se están yendo a Barranquilla, desvelados porque en Bogotá ya no se respeta la propiedad privada. Petro tiene la mala costumbre de ser equitativo, Petro peca no solo porque es ateo, sino porque cree que es inmoral que haya una zanja tan profunda entre ricos y pobres.
Desde la provincia ramplona, en donde se añoran los años oscuros, ven espantados como los oficinistas van en rastas y bicicleta hasta sus trabajos. En el centro, el lugar innombrable para los católicos practicantes, se respira música y libertad. Bogotá palpita como nunca antes. Lo dicen las paredes llenas de colores, lo viven los recicladores que han mejorados sus vidas después de que a regañadientes los medios hayan aceptado el revolucionario sistema de aseo, lo disfrutan los niños que cada vez tienen una educación más vocacional, menos represiva.
Los que sufren están al norte de la ciudad que ven cómo las huestes de negros suben la Séptima para tomarse sus edificios, sus clubes. Tienen en las manos agujas para pinchar la infame burbuja en la que viven. En los verdes parques del norte solidaridad suena a guerrilla y fraternidad a subversión. En esos sitios, en donde se siente segura mi madre, cualquier político que cuestione el statu quo es un terrorista y se suspira por alcaldías de hombres tan decentes como Juan Martín Caicedo. Las conversaciones giran sobre el último atraco que sufrió el hijo del sobrino del hermano del cuñado del primo de Cuquita. Es el miedo que arrastran los rumores, radio bemba, radio bemba.
Gustavo Petro representa a un sector de la sociedad que no cree que el progreso se refleje en paletadas de cemento, que cree en que la violencia se combate con educación, con políticas públicas que se ocupen del ocio de los muchachos. Bogotá hoy en día es el crisol en donde nace la nueva Colombia. Los medios tradicionales y mi madre, le han dado la espalda, se han tapado los ojos y los oídos, no escuchan ni ven, tan solo temen y afirman.
No te preocupes mamá, que como cada jueves en la noche estaré en el centro, emborrachándome con todas esas canciones viejas que tanto me gustan.
Via : Las2 orillas
Gustavo Petro, un alcalde ideal
Por: Iván Gallo | abril 23, 2015
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2Orillas.
Mamá me llama cada noche a preguntar cómo estoy. Le preocupa que esté tan lejos de ella. Tiene miedo de que esté en Bogotá. Mamá ve el noticiero y cree que esto es el paraíso chavista, que, visto desde su universo católico, no es más que el infierno petrista. Carteristas y taxistas acechando a campeches como yo, desnudándolos, violándolos, haciéndolos suyos.
Mamá lee el periódico y ve la basura en las calles, las ratas disputando un pedazo de carne engusanada, los mendigos llenando sus agujas hipodérmicas. Mamá no sabe que en 1992 morían 85 por cada 100 000 bogotanos y que ahora la cifra se ha enflaquecido a 16. Si supiera las estadísticas que tiene Miami no iría tan fresca a visitar a la tía Marta.
De Bogotá pocos saben que uno puede estar hasta la madrugada rumbeando en el centro y apenas se ven indigentes. Mamá no sabe que su sueño se ha hecho realidad acá: los indigentes se han ido, no de la forma que ella lo hubiera deseado, pero al menos ya no están. Hace pocas semanas la alcaldía graduó a 180 habitantes de la calle como panaderos, carpinteros y obreros. A mamá le importa poco que en Bogotá ya no se mueran los niños de hambre y que localidades como Suba o Tunjuelito, ya cuente con su propia orquesta de música clásica.
A mamá lo que le preocupa es que esté en el Palacio de Liévano un ex guerrillero. La prensa dice que la capital ya no es un lugar confiable para invertir. Los empresarios se están yendo a Barranquilla, desvelados porque en Bogotá ya no se respeta la propiedad privada. Petro tiene la mala costumbre de ser equitativo, Petro peca no solo porque es ateo, sino porque cree que es inmoral que haya una zanja tan profunda entre ricos y pobres.
Desde la provincia ramplona, en donde se añoran los años oscuros, ven espantados como los oficinistas van en rastas y bicicleta hasta sus trabajos. En el centro, el lugar innombrable para los católicos practicantes, se respira música y libertad. Bogotá palpita como nunca antes. Lo dicen las paredes llenas de colores, lo viven los recicladores que han mejorados sus vidas después de que a regañadientes los medios hayan aceptado el revolucionario sistema de aseo, lo disfrutan los niños que cada vez tienen una educación más vocacional, menos represiva.
Los que sufren están al norte de la ciudad que ven cómo las huestes de negros suben la Séptima para tomarse sus edificios, sus clubes. Tienen en las manos agujas para pinchar la infame burbuja en la que viven. En los verdes parques del norte solidaridad suena a guerrilla y fraternidad a subversión. En esos sitios, en donde se siente segura mi madre, cualquier político que cuestione el statu quo es un terrorista y se suspira por alcaldías de hombres tan decentes como Juan Martín Caicedo. Las conversaciones giran sobre el último atraco que sufrió el hijo del sobrino del hermano del cuñado del primo de Cuquita. Es el miedo que arrastran los rumores, radio bemba, radio bemba.
Gustavo Petro representa a un sector de la sociedad que no cree que el progreso se refleje en paletadas de cemento, que cree en que la violencia se combate con educación, con políticas públicas que se ocupen del ocio de los muchachos. Bogotá hoy en día es el crisol en donde nace la nueva Colombia. Los medios tradicionales y mi madre, le han dado la espalda, se han tapado los ojos y los oídos, no escuchan ni ven, tan solo temen y afirman.
No te preocupes mamá, que como cada jueves en la noche estaré en el centro, emborrachándome con todas esas canciones viejas que tanto me gustan.