La salud es una cuestión de casta
Por: Godofredo Cínico Caspa
Anda por ahí circulando un pasquín, que creo lo escribió el confeso guerrillero Antonio Navarro Wolf, alias ‘Pasto’, que delinque en el mismo frente que comanda Gustavo Petro, alias ‘Bacatá’, con el cual se pretende dizque pasar una ley Estatutaria que reglamente el derecho fundamental a la salud. ¡Caguaneros!
Lo que quieren los terroristas encorbatados y encaletados en la democracia es acabar con un negocio que le aporta muchos puntos al PIB y gran cantidad de socios al club El Nogal.
Lo que quieren es acabar, ni más ni menos, con el Puro Centro Democrático, que entre otros “affaires”, se nutre ideológica y monetariamente de dinámicas probadas que coadyuvan al desarrollo de esta industria “blanca” en un ejercicio libérrimo de la necesaria relación entre capital y trabajo, en la cual el capital debe no solo recuperar sus inversiones de valores sino crecer sacándole el jugo al trabajo.
De tal modo que en el balance se dé el mayor empobrecimiento de los trabajadores: entre más pobres los obreros y empleados, pues más enfermos, y entre más enfermos, más necesidades en salud insatisfechas, más plata para las EPS y demás lindas empresas y menos servicios para los menesterosos.
La enfermedad del pueblo y la inexistencia de una salud pública son una necesidad económica para el desarrollo armónico del círculo vicioso que permite el crecimiento, la confianza inversionista y la eclosión de todos los huevitos de marras.
A la hora que escribo esta columna, en todo el país los sediciosos enmascarados y vestidos de blanco adelantan marchas y asonadas para oponerse a nuestra divina Biblia en esa materia, la nunca bien ponderada Ley 100. Espero que, como con los precolombinos salvajes del Cauca, el Esmad los hiera y los disuada de pretender vainas que les están reservadas a la gente que huele rico y es atendida en las clínicas privadas.
La salud es una cuestión de casta, de sangre: el que nace de buena cuna, católica y temerosa de Dios y recibe una educación profiláctica y una buena alimentación, tiene buena salud, sobre todo mental.
Los demás, por vainas genéticas y por el devenir mismo de las leyes de Dios que implican un abajo y un arriba donde no cabe toda la gleba ni la indiada subversiva, nunca podrán tener buena salud; además, cuando están alentados más se envalentonan, más protestan y hacen aumentar considerablemente el gasto en granadas de gas lacrimógeno y de aturdimiento que son importadas y que deben ser reservadas para Mingas y marchas de pata al suelo, mucho más peligrosas.
Con los servicios y esquemas sabios de la Ley 100, estamos garantizando un mínimo de condiciones para que el proletariado pueda trabajar cansadito y sometido. Eso es todo lo que necesitamos. Pero que pretendan convertir eso en dizque derecho humano fundamental y deber del Estado, ¡nanay cucas!
El palo no está para cucharas y a ese paso habría que reconocer el derecho humano a la educación, cuya negativa ha sido baluarte histórico para tener a las multitudes sitiadas en el conveniente territorio de la ignorancia.
Que el derecho a la vida y esas cosas: pero si es bien sabido y ya es doctrina natural, que las masas no viven sino que transitan por la existencia, al servicio de sus patronos, o que circulan por la indigencia adornando pintorescamente campos y calles.
No necesitamos que, por ejemplo, los mestizos se nos vuelvan intelectuales, los negros profesionales y los indios científicos. Alargarle artificialmente el tiempo de vida a esas gentes, es anti ético, en la medida en que Dios ha dispuesto unos ciclos que no se deben alterar. Que el Procurador Ordóñez se pronuncie en esta materia, él que tiene conexión inalámbrica con la Santísima Trinidad.
Por ejemplo, la vejez serena rodeada de nietos y bisnietos es cosa destinada a la supremacía blanca y burguesa. La muerte digna es para la gente digna. El populacho ¡que se muera como pueda! Además, quien los manda a tirar como cuyes y reproducirse como mangostas.
Alegan estos subversivos que las mujeres son las más golpeadas por la falta de salud. Ese género señalado como perverso y pecaminoso desde el Génesis, tan solo es un sujeto de placer y un objeto de reproducción. Deben estar sanas mientras estén sabrosas y fértiles, al servicio del “gustico” y de la procreación. De ahí en adelante, pues que se las arreglen como puedan.
Más aún, pienso que en general la salud de las capas medias y pobres debe ser catalogada oficialmente como parte del “rebusque”. Que la busquen y encuentren en las demoliciones y las canecas. ¿O es que no tienen sus curanderos, brujos, chamanes y pitonisas para palear sus males?
Que las condiciones sanitarias… Ya se nos ha ido un montón de plata y esfuerzo en darles agua relativamente potable. ¿Qué más quieren? ¿Qué les despercudamos sus inodoros? ¿Qué les recojamos sus basuras? ¡Si las reciclan todas!
Que un ambiente sano… Que se den por bien servidos que aun no les estamos cobrando el aire, aunque de buena fuente sé que, por ejemplo, los Nule, están trabajando con Samuel Moreno en la Picota en la licitación de empresas que cobrarán por el servicio público de aire, viento y brisa. Desde la bella realidad de la privatización del agua, vamos por el magnífico y lucrativo camino de la privatización del oxígeno. ¿O es que también quieren respirar gratiniano? ¡Avaros!
Que alimentos sanos y en buen estado… ¡No jodamos! ¿Qué de sano puede tener un bofe y esas otras vainas que tragan? Ese es el problema de la clase baja y media por no tener gusto.
Que la atención de las enfermedades endémicas y epidémicas. Pero es que son ellos, los llevados, los endémicos: ellos son la epidemia misma.
Que la equidad en los planes y empresas de salud… ¡Una vagabundería! ¿O es que a la gente decente alguien le paga la mitad o más de la pre pagada?
Que oferta suficiente de establecimientos de salud… Todo lo que se les da es poco. ¡Desagradecidos! ¿O es que pretenden no hacer la cola de 14 días? ¡El que quiere azul celeste, pues que le cueste!
Que acceso universal a los bienes y servicios de salud que se requieran basados en la condición de ciudadano… ¡Carajo! Ya está probado que el acetaminofen y el bicarbonato de sodio son suficientísimos para ocultar los síntomas de las enfermedades. ¡Para qué más, si con un buen ibuprofeno salen a trabajar así estén infartados!
La gran enfermedad de este país es fundamentalmente el pueblo ¿No dicen que solo el pueblo salva al pueblo? Pues entonces que se auto-curen ¡y que no nos jodan con lo de la salud!
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