domingo, 2 de noviembre de 2014

Cada quien va por lo suyo




"El rico guarda la Ley en su monedero” la cita es de Jean-Jacques Rousseau, uno de los primeros pensadores en ser vilipendiado por la nobleza, el clero y los plumíferos al servicio de la monarquía debido a sus críticas frontales a la riqueza, a la gran propiedad privada obtenida por la fuerza y el engaño, a los privilegios y a las desigualdades sociales justo antes de la Revolución Francesa en 1789.
Tal parece que el debate sobre las desigualdades se han dado desde siempre y van unidas a la corrupción, acentuada en los últimos años en países como Colombia y que no permiten su transición al desarrollo. Preocupados por la recurrencia de hechos que incriminan a las elites económicas y políticas, los investigadores en ciencias sociales ya le pusieron nombre y dieron marco teórico a un conjunto de situaciones y prácticas antisociales contrarias al ejercicio de la ciudadanía y al buen funcionamiento de las instituciones democráticas. Puesto que hay una realidad que existe con datos, cifras, actores económicos y políticos y análisis explicativos de los comportamientos anti sociales, ya no se puede ignorar que hay una buena literatura sobre el tema de las infracciones de las clases dominantes para darle luz a un debate urgente que va más allá de las regulaciones que se imponen en una democracia de baja intensidad.
 En Colombia por ejemplo, los casos imputables y escándalos en los cuales se encuentran involucrados empresarios de toda índole, cúpulas militares , ministros, candidatos presidenciales, presidentes, magistrados, alcaldes, (cuando han visto un alcalde o un contratista pobre) contratistas que caen bajo la figura de delincuencia o criminalidad de elite o de cuello y corbata  han tenido un ritmo sostenido y van en aumento desde hace algunos años bajo el alero (¿amparo?) de los gobiernos concertacionistas y permisivos como el nuestro aunque hayan usado la bandera de “combatir la corrupción” Sumado a esto  les “regalaron” a un racimo de multinacionales parte de nuestros recursos naturales a concesión y en francas desventajas catalogadas como “un negocio mal hecho”. Un verdadero robo acolitada por la ley. La acumulación de capital para lanzar el modelo que funciona con explotación del trabajo asalariado y sin resguardo de derechos sindicales plenos no les cayó del cielo … la hicieron a punta de bayoneta. Recordemos la “Masacre de las bananeras” que fue un exterminio de los trabajadores sindicalizados de la United Fruit Company y que se produjo entre el 5 y el 6 de diciembre de 1928 en el municipio de Ciénaga, cerca de Santa. Un número desconocido de trabajadores murió después de que el gobierno de Miguel Abadía decidió enviar al ejército colombiano a poner fin a una huelga de un mes organizada por el sindicato de los trabajadores que buscaban garantizar mejores condiciones de trabajo. El gobierno de los Estados Unidos de América había amenazado con invadir Colombia a través de su Cuerpo de Marines, (lo que siempre hacen) si el gobierno colombiano no actuaba para proteger los intereses de la United Fruit.
Peor aún es que existan periodistas al servicio de estos intereses con capacidad de manipulación, que no solo critican a quienes defienden el bien común sino que estigmatizan la lucha estudiantil y movimiento agrario.
Hace sesenta años el sociólogo norteamericano Edwin Sutherland, un precursor en  el estudio de la delincuencia empresarial, se interrogaba sobre el el trato moderado que se le daba a la delincuencia de la elite: “los actos cometidos por individuos de posición social elevada en el curso de sus actividades económicas y profesionales son actos delictivos en los hechos, pero se los trata como si no lo fueran para así poder eliminar todos los estigmas que hacen referencia al crimen cometido”. En todos los Estados capitalistas se verifica la regla enunciada por Sutherland, con el agravante de que hoy los poderes públicos le otorgan una impunidad cada vez mayor a la delincuencia económico-política y financiera. En un mundo capitalista globalizado donde domina el gran capital financiero, la corrupción crece y se desarrolla en el terreno fértil del flujo de las transacciones monetarias y bancarias opacas con la ayuda de los feudos financieros llamados “paraísos fiscales”. Y las instituciones neoliberales de cada país, junto con la mentalidad capitalista neoliberal permisiva, promotora del lucro, crean las condiciones estructurales que convierten a la política institucional en un apéndice del dinero.
Por eso considero un “criminal” a quien juega con la salud de miles de colombianos, a quienes viven del CVY en los contratos y nos dejan con las obras a medias, a quienes se lucran ilícitamente en los contratos con hospitales sin dejar por fuera los casos de corrupción en la misma iglesia, donde se les ha colado el mismo Lucifer vestido de “lavado”, en el mismo Vaticano se habla de esto. Alguien se atrevió a decir que la corrupción era algo intrínseco al ser humano, imagino porque defenderá su teoría. Están en mora los entes investigadores en darse una “miradita” en las cuentas bancarias de muchas personas vinculadas a diferentes sectores, los aún desconocidos y por revelar por una prensa, periodistas y medios audiovisuales y digitales que tendrían que evitar ser condescendiente con los poderes económicos y políticos si quieren ser consecuentes con el discurso acerca de su misión: buscar, transparentar y publicar la verdad sobre todo lo que afecte el funcionamiento de una democracia por construir.
En efecto, los estudios de especialistas arriba invocados muestran que la delincuencia de élite es un fenómeno social, político y económico en el mundo, pero no por ser un flagelo que corroe a los súper ricos, a políticos y a las clases dirigentes del planeta sino que ha llegado  hasta los “pobres” ¿puede y debe ignorarse?. Estos ilícitos, delitos y transgresiones son una amenaza para el buen vivir en sociedad y en democracia generados por individuos con recursos, capital simbólico de sobra, influencias y ubicados en situación de poder. Debido a lo anterior se consideran por encima de la ley y por lo mismo son incapaces de auto corregirse. Viven y se mueven en un ambiente de tolerancia estructural tanto judicial como mediática. Y tienen poder monetario y connivencias de clan que les permite gozar de apoyos internos y externos que los lleva a transitar por la vida con un sentimiento de impunidad. De todos modos habrá quienes promulguemos que se puede vivir sin “robar” y destacaremos a quienes luchen por salir invictos de este flagelo, porque lamentablemente algunos medios han caído en la trampa de llevar a iconos a poderosos de la corrupción,¡ hasta la próxima!.






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