martes, 18 de noviembre de 2014

Para dictar clases en una universidad



                                                  para dictar clases en una universidad 

                                                                                                                      Como homenaje  a quienes tienen la tarea de despertar el pensamiento en los jóvenes hoy les traigo una importante descripción de las cosas que hace un maestro cada día, pasando desde el asombro por las virtudes, inteligencia de sus alumnos y también por las decepciones en algunos casos, aplica este trozo de experiencias ajenas para cualquier universidad del país. PARA DICTAR CLASES EN UNA UNIVERSIDAD ….Tienes que madrugar. Tienes que tener alma de policía para detectar sospechas de fraude. Tienes que inventar, un programa de estudios cada seis meses. Tienes que cambiar el programa cada seis meses, o maquillarlo para que parezca sustentado en lo último de la pedagogía. Tienes que usar en el programa palabras muy feas como interdisciplinario, contexto o desarrollar. Tienes que incluir en el programa cosas absurdas como objetivos generales y específicos, marco teórico y justificación. Tienes que vestir bien ganando poco dinero. Tienes que engordar la bibliografía del programa con libros que no leíste ni tienes la más remota intención de leer. Tienes que ser un ejemplo de puntualidad para las nuevas generaciones, y tienes que interrumpir tu clase cada momento durante los primeros veinte minutos, porque siguen llegando estudiantes. Tienes que repetir en cada clase lo que dijiste en la anterior, porque ya se olvidaron. Tienes que repetir tres y cuatro y cinco veces cualquier instrucción que des. Tienes que aceptar las excusas de los que hicieron mal la actividad, porque no entendieron la instrucción que repetiste tres y cuatro y cinco veces. Tienes que usar en tu discurso menos preguntas y más afirmaciones. Tienes que ilustrar lo que quieres decir con ejemplos y casos graciosos, o tomados de Facebook o de un programa de TV. Tienes que olvidarte de dar las fuentes de lo que dices, porque no importan. Tienes que asistir a comités. Tienes que levantar la mano o la voz en los comités. Tienes que fingir que te interesan las tonterías que tus colegas discuten en los comités. Tienes que inventar excusas para no asistir a todos los comités. Tienes que aceptar tus errores. Tienes que ser Psicólogo para entender la actitud de tus alumnos. Tienes que aclarar algo que dijiste, porque el benemérito profesor de otra asignatura dijo lo contrario. Tienes que escribir en la pizarra con letra grande y clara. Tienes que entender los emoticones y abreviaturas que usan tus estudiantes cuando te escriben un correo o un mensaje de texto en otras palabras ser grafólogo. Tienes que resignarte a que no compren un libro por barato que sea, y siempre estén leyendo en fotocopias subrayadas. Tienes que buscar en Google algunas frases de los trabajos de tus estudiantes cuando te parecen muy bien hechas. Tienes que denunciar al plagiario ante las autoridades de la universidad, pero no lo haces porque el trámite y el drama son extenuantes. Tienes que ser tan paciente como la madre de siete hijos. Tienes que usar presentaciones de Power Point para que no se duerman. Tienes que convertirte un poco en actor, maestro de ceremonias y payaso. Tienes que aguantarte las ganas de fumar. Tienes que aguantarte las ganas de llevarte a la cama a algunas de tus alumnas. Tienes que acordarte de apagar tu celular. Tienes que seguir hablando aunque suene con insistencia un celular. Tienes que apretar los dientes cuando contestan la llamada o salen del salón para contestar. Tienes que preguntar en las pruebas sólo lo que dijiste en clase o lo que les pediste que leyeran, porque si no podrían llevarte ante un tribunal. Tienes que corregir. Tienes que usar lápiz rojo. Tienes que descifrar como un criptógrafo lo que escriben en las pruebas. Tienes que prometer que ya vas a entregar las pruebas calificadas cuando te tropiezas con siete alumnos que te preguntan por ellas. Tienes que entender que no todos tus discípulos son Einsten o superdotados. Tienes que tener un celular para ellos (alumnos) y otro para la familia. Tienes que quedarte al final de la clase oyendo las ideas con las que tus alumnos van a poner al mundo patas arriba. Tienes que traducir a números lo que hacen tus estudiantes durante todo el semestre y tienes que aprender a usar el odioso Excel para reducir esos números a uno definitivo. Tienes que discutir como abogado penalista con los estudiantes que no pasaron el curso. Tienes que hablar bien de tu director porque corre peligro tu puesto. Tienes que justificar ante tu jefe por qué perdieron tu curso tantos estudiantes, o por qué lo van a repetir tan pocos. Tienes que madrugar. Tienes que inventar un programa de estudios cada seis meses. Tienes que preguntarte qué haces otra vez allí. Y tienes que dejar de una vez por todas de preguntar. Tienes que renunciar. Tienes que sentir un profundo amor por la academia cuando vas por tan poco dinero. Tienes que socializar con los Che Guevara polluelos o los ultraderechistas. Tienes que usar brújula pues muchas veces no sabes en que salón debes dar clases. Tienes que cambiar tu carro por un helicóptero para llegar a tiempo a clase. Tienes que tomar medicamentos para la memoria y poder saber dónde diablos esta el examen de determinado alumno. Tienes que sonreír es la forma agradable de que todos entiendan tantas cosas que dices.
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